Tenemos planes de futuro: conocer a Cuba, hacer la mítica ruta 66, una casa en el campo con un pequeño huerto donde plantar tomates... Lo típico. Lo que no entiendo es por qué, en lugar de encaminar nuestros esfuerzos para lograr eso que ansiamos, nos perdemos en las cosas del día a día, esas que nos martirizan y nos hacen sentir culpables. Nos sentimos atrapados, sin acercarnos a donde queremos estar mañana, cayendo irremediablemente en la rutina.
La frustración llega cuando vemos que pasan los años y que, a grandes rasgos, nuestra vida sigue siendo la misma. ¡Ojo! No estoy diciendo que debamos conformarnos con lo que tenemos, eso sería renunciar a ser feliz. Dejar de soñar es como morir en vida. Las grandes cosas vienen de los grandes sueños.
The Seven Year Itch, 1955
Creo que debemos, sin olvidarnos de esos sueños, construir nuestra felicidad con las pequeñas cosas. Este instante, imperfecto y único. Este bonito día, en esta bonita ciudad. Las empanadillas de atún y la tortilla de patatas. La piel de gallina al escuchar esa canción, un primer beso, y un segundo, y un tercero... Tendemos a querer acumular, en lugar de dejar libres a las personas y a los sentimientos, pues desconocemos que ese es el único camino para que vuelvan a nosotros. Alguien dijo una vez: Si amas a alguien, déjalo ir. Si regresa es tuyo. Si no, nunca lo fué.
Laura