viernes, 16 de febrero de 2018

Vital

Vital. Así es como podría definirse mi viaje a Nueva York. Podría decirse que no era consciente cuando estaba allí de que estaba viviendo algo tan inmenso, demasiado, diría yo. Estaba en el centro del mundo, absorbiendo cada detalle, sintiéndome una princesa (gracias, mi amor). Huyendo de mi realidad en lo que puede decirse que ha sido el viaje de mi vida, el sitio más impresionante al que he viajado nunca.

La mezcla entre el calor de la gente, la historia de las calles (cada esquina recuerda a alguna película) y el maravilloso abanico de experiencias que te ofrece la ciudad hace que Nueva York sea única, especial, maravillosa, el sitio que hay que conocer y (si se puede) volver.

Cierro los ojos y recuerdo lo peculiar de sus calles, semáforos, olores, ruidos. Al lado de esa, cualquier ciudad del mundo es pequeña. 

La preciosa isla de Manhattan, con el Soho, el Village, las tiendas de la 5a Avenida, las luces de Times Square, los puestos de comida de Chinatown, sus rascacielos y su pequeña Estatua de la Libertad, el metro tal y como es en las películas (con ratas incluídas). Pandilleros, ejecutivos, gente de todos los rincones, que aún moviéndose al frenético ritmo de la ciudad, encuentran un momento para guiarte o para sacarte una foto. Miles de recuerdos quedan, del que ha sido el viaje de nuestras vidas. Adoraba Nueva York antes de ir, ahora solo puedo decir que es verdad lo que dicen: no puedes morir sin visitar Nueva York.





Nueva York, 2018