lunes, 15 de enero de 2018

Trepidante

Amarrada. Como si de un perro me tratase. Con un deseo irrefrenable de echar a correr y no mirar atrás. Avasallada por alguien que cree que le pertenezco. Soy un pequeño eslabón de este gran aparato que es el mundo, una esclava y no puedo tomar mis propias decisiones. Eso es lo que hace el dinero. 

Es cierto que han sido unos meses duros. También los mejores de mi vida. Pero un tsunami de sentimientos recorre mi cuerpo y me siento como si no fuese dueña de mi. Por un lado, me siento amada, completa, como si por fin hubiese alcanzado la perfección. Por otro, tengo miedo: algunas personas no conocen límites a la hora de romper cosas preciosas, y lo peor es que se creen que tienen derecho a hacerlo debido a que ellos no las tienen. 

Días convulsos, trepidantes, agitados. Que no me dejan dormir, ni leer ni concentrarme en nada. Supongo que, soy demasiado perfeccionista, siempre he buscado controlarlo todo. Aceptar la sumisión, y ser dócil no es algo que vaya conmigo. No se si es orgullo o son principios. 

No obstante, y aunque parezca inverosímil, creo que este nuevo año va a cumplir expectativas. Tic tac, mi amor.


Nueva York