domingo, 10 de junio de 2018

365 días más

Me gusta plantearme cada año como un reto. Dentro de los 365 días, hay objetivos largos, cortos, e inmediatos. Todos ellos confluyen con los diversos acontecimientos (buenos o malos) que van surgiendo. 

Mi trabajo escribiendo el último año ha sido prácticamente nulo y aún con problemas y conflictos varios, el número de posts me parece inaceptable. He pasado temporadas largas sin siquiera pensar en el blog: de algún modo pensaba que así retrasaba la decisión de cerrar este capítulo y comenzar otro proyecto.

No obstante, una parte de mi tendrá siempre devoción por todos estos escritos, hay tanto de mi en ellos... Es como una crónica de viajes, atemporal y auténtica. A veces navego entre las entradas buscando una definición a como me siento... Y, al no encontrar nada que explique como me siento hoy he llegado a la conclusión de que aún queda mucho por hacer.

Feliz cumpleaños.

Laura


París, 2018

viernes, 1 de junio de 2018

Desorden mental (II)

No estoy en mi mejor momento. Hace casi dos meses mis planes, preferencias y aficiones se vieron truncadas. Siento que no soy yo misma: sin ambiciones ni obligaciones, sin sentido ni finalidad, sin razón de ser. Cada vez es más complicado, cada vez cuesta más salir de la cama. 

La soledad es mi fiel compañera. Nada me inspira, nadie puede entenderme. No puedo evitar sentirme mal, y a la vez me siento mal por no saber gestionar estos sentimientos. ¿Por qué intentáis quitarle hierro al asunto? ¿Por qué insinuar mi imprudencia? Ya es bastante con mis propios tormentos y tsunamis mentales...

¿Hasta cuándo? El destino es caprichoso, y el hecho de que no exista una fecha para mi recuperación me coloca en una posición incómoda y de desventaja. Sospecho que no exista cura y que no pueda volver a correr, practicar Pilates, o hacer el pino (¿Por qué echamos de menos cosas que nunca solemos hacer?). Quiero dejar esta etapa atrás para volver a reír a carcajadas, divertirme y, sobre todo, ser feliz.



viernes, 16 de febrero de 2018

Vital

Vital. Así es como podría definirse mi viaje a Nueva York. Podría decirse que no era consciente cuando estaba allí de que estaba viviendo algo tan inmenso, demasiado, diría yo. Estaba en el centro del mundo, absorbiendo cada detalle, sintiéndome una princesa (gracias, mi amor). Huyendo de mi realidad en lo que puede decirse que ha sido el viaje de mi vida, el sitio más impresionante al que he viajado nunca.

La mezcla entre el calor de la gente, la historia de las calles (cada esquina recuerda a alguna película) y el maravilloso abanico de experiencias que te ofrece la ciudad hace que Nueva York sea única, especial, maravillosa, el sitio que hay que conocer y (si se puede) volver.

Cierro los ojos y recuerdo lo peculiar de sus calles, semáforos, olores, ruidos. Al lado de esa, cualquier ciudad del mundo es pequeña. 

La preciosa isla de Manhattan, con el Soho, el Village, las tiendas de la 5a Avenida, las luces de Times Square, los puestos de comida de Chinatown, sus rascacielos y su pequeña Estatua de la Libertad, el metro tal y como es en las películas (con ratas incluídas). Pandilleros, ejecutivos, gente de todos los rincones, que aún moviéndose al frenético ritmo de la ciudad, encuentran un momento para guiarte o para sacarte una foto. Miles de recuerdos quedan, del que ha sido el viaje de nuestras vidas. Adoraba Nueva York antes de ir, ahora solo puedo decir que es verdad lo que dicen: no puedes morir sin visitar Nueva York.





Nueva York, 2018



lunes, 15 de enero de 2018

Trepidante

Amarrada. Como si de un perro me tratase. Con un deseo irrefrenable de echar a correr y no mirar atrás. Avasallada por alguien que cree que le pertenezco. Soy un pequeño eslabón de este gran aparato que es el mundo, una esclava y no puedo tomar mis propias decisiones. Eso es lo que hace el dinero. 

Es cierto que han sido unos meses duros. También los mejores de mi vida. Pero un tsunami de sentimientos recorre mi cuerpo y me siento como si no fuese dueña de mi. Por un lado, me siento amada, completa, como si por fin hubiese alcanzado la perfección. Por otro, tengo miedo: algunas personas no conocen límites a la hora de romper cosas preciosas, y lo peor es que se creen que tienen derecho a hacerlo debido a que ellos no las tienen. 

Días convulsos, trepidantes, agitados. Que no me dejan dormir, ni leer ni concentrarme en nada. Supongo que, soy demasiado perfeccionista, siempre he buscado controlarlo todo. Aceptar la sumisión, y ser dócil no es algo que vaya conmigo. No se si es orgullo o son principios. 

No obstante, y aunque parezca inverosímil, creo que este nuevo año va a cumplir expectativas. Tic tac, mi amor.


Nueva York