La tienda está regentada por una extranjera, rubia y de lo más amigable, de mediana edad y que podría ser de cualquier país del norte de Europa, o incluso de Reino Unido. Su diminuto Yorkshire me saluda al entrar (creo que tiene complejo de perro guardián).
Las postalitas, con frases y motivos de Madrid, los cuadernos, posavasos, marcalibros y otros tantos objetos hechos a mano y con mimo hacen de esta tienda tan recóndita y con tanto encanto el lugar perfecto para hacer un regalo. Un buen descubrimiento.
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