viernes, 28 de noviembre de 2014

Describirte

Hoy me apetece hablar sobre tu cuerpo. Ya que no puedo tenerlo, al menos me recreo recordándolo.
La armonía reina en él como si de una melodía perfecta se tratase. Dulce, suave, atemporal. De color ligeramente tostado y con un aroma que impregna todo lo que toca. Terso, fuerte, inabarcable. Firme de la cabeza a los pies, y con ese aire romano. No podría elegir una parte favorita. Adoro la forma de tus hombros y brazos, musculados. También tus caderas estrechas y tus piernas férreas, y duras, y perfectas como si fuesen la obra de un escultor.





Estar entre tus brazos es una sensación maravillosa, casi tan intensa como la de perderme en tu mirada. Que tu olor se impregne en mi ropa y en mi pelo hace más llevadero el hecho de separarme de ti. Despertarte a besos, hacerte reír, buscarnos debajo de las sábanas, cantarte mientras cocinas...

¿Qué por qué te quiero, preguntas?

jueves, 27 de noviembre de 2014

Fuencarral 109

¿A quién no le han preguntado nunca por el superpoder que elegiría si pudiera? Aunque teletransportarse puede ser en algunos momentos muy útil, creo que, si pudiera elegir, no me decantaría por él. Los trayectos de un lugar a otro son la oportunidad perfecta para desconectar, dejarse llevar y disfrutar de los pequeños rincones que nos acechan en, prácticamente, cada esquina. Mientras paseo por las calles, observo pequeñas tiendas y grandes cadenas, bares, farmacias, ferreterías, peluquerías, cafeterías y portales que, seguro, albergan más historia de la que pensamos. Ya os hablé en este post de la Calle del Rollo, y su histórico origen. Hoy os traigo una historia un poco más grotesca, se trata del Crimen de la Calle Fuencarral.

Esta historia llegó a mi por casualidad, y quizá si no viviese tan cerca no me hubiera llamado tantísimo la atención. Se trata de un asesinato que tuvo lugar en 1888, en el número 109 de la famosísima calle Fuencarral. Una mujer fue asesinada en su domicilio, y, pese a que se investigó en profundidad, nunca se supo con rotundidad si fue la sirvienta o el hijo quien asesinó a la mujer (parece que el móvil está claro, fue por dinero). Periodísticamente, marcó un antes y un después ya sentaría las bases a un nuevo género: sucesos. 

Decido investigar porque quiero ver con mis propios ojos la casa donde acaeció, hace y se dice pronto 126 años, el famoso crimen. Cual es mi sorpresa al buscar el número 109...¡y no encontrarlo! Menos mal que existe Wikipedia, que me dice que el 109 se corresponde actualmente con el número 95 (lo que no resta misterio al hecho de que el número 109 de la calle no exista). 

Espero que os haya entretenido, y que la próxima vez que paseéis por la Calle Fuencarral, echéis un ojo al número 95.


miércoles, 26 de noviembre de 2014

Pequeñas cosas (II)

Hoy he descubierto el remedio para el estrés, mal humor y en definitiva para todas las situaciones angustiosas que de vez en cuando vivimos los seres humanos. La tormenta comenzó cuando me preparaba para salir, por lo que podríamos decir que fui a su encuentro. Con una sudadera, jeans y botas caminé sin rumbo, disfrutando de la sensación de libertad, mojándome de los pies a la cabeza.

Las hojas eran como un manto que llenaba la calle, y la luz desapareció rápidamente, dejando mayor protagonismo a los faros de los coches y a los semáforos.

Respiré, sin más preocupación de no resbalarme con las hojas, y disfrutando del sonido de la lluvia. En ese momento no existía nada más que yo, dejé de lado los problemas y me sumergí en un estado de calma y sosiego y no pensé más que en el momento presente.

Y me acordé de aquellos veranos en el campo, cuando me sentaba en la puerta de casa y veía llover. Las lluvias de verano y el olor a tierra mojada me hacen sentir viva, parte de algo, feliz.


Cantando bajo la lluvia, 1952

lunes, 24 de noviembre de 2014

Reflexiones

Hay momentos en la vida en los que no tienes ninguna certeza. No crees en nada ni en nadie. La línea que separa lo bueno y lo malo es tan fina, que dudas hasta de ti y de tus principios. Sabes que existes porque puedes verte y tocarte. Lo demás es volátil, temporal. Las personas vienen y van, las grandes lecciones de la vida se aprenden en solitario.

Y cuando esta sensación amarga me invade no puedo evitar ponerme triste. Todo es temporal, y no se puede retener a nadie contra su voluntad. El amor no se puede guardar en un bote de cristal. Es por eso que dicen que cuando amas a alguien debes dejarlo ir, si te quiere volverá.

Si algo he aprendido en estos últimos años, es a no tener miedo a equivocarme. Equivocarse es el paso previo para lograr algo. Estoy tranquila porque, hasta mis peores decisiones, me llevaron a lo que con el tiempo he reconocido como mis mayores logros. También lo estoy porque la razón que me impulsó a cometerlos fue el amor, lo único de verdad. Y, aunque en ocasiones no dura para siempre, nos mantiene y nos da ese empujón que necesitamos.


Hoy comparto con vosotros una historia preciosa sobre la vida. Espero que os haga reflexionar.


¿BUENO? ¿MALO? ¡QUIÉN SABE!

Un anciano vivía en un verde valle con su hijo,un joven apuesto y respetuoso. Pese a la falta de posesiones materiales, vivían una vida idílica y eran felices. Tanto que despertaron sentimientos de envidia entre sus vecinos.
El anciano gastó prácticamente todos sus ahorros en comprar un caballo joven sin domar. Era una hermosa criatura y pensaba utilizarlo para la cría. La misma noche en que lo compró, saltó por encima de la cerca y desapareció. Los vecinos acudieron y los compadecieron. -¡Que terrible!- dijeron. -¿Bueno?¿Malo?¡Quién sabe! -respondió el anciano.
Diez días después el caballo volvió. Venía acompañado de media docena de caballos salvajes y el viejo logró hacer que entraran en su cercado, que había arreglado para que no pudiesen escapar de él. -¡Que buena suerte! -Dijeron los vecinos. -¿Bueno?¿Malo?¡Quién sabe!.
Su hijo empezó a adiestrar a los caballos. Uno de ellos lo tiró al suelo y le pisoteó la pierna, que sanó torcida y lo dejó con una cojera permanente.
-¡Que mala suerte! -dijeron sus vecinos. -¿Bueno?¿Malo?¡Quién sabe!-.
Al verano siguiente, el rey declaró la guerra. Destacamentos de leva llegaron al pueblo y se llevaron a todos los jóvenes como soldados. El hijo del anciano se libró debido a su pierna lisiada. -Tienes suerte de verdad -exclamaron los vecinos mientras lamentaban sus propias pérdidas. -¿Bueno?¿Malo?¡Quién sabe! ...

Abriendo Puertas. Srikumar Rao



fondoescritorio.com.es

viernes, 21 de noviembre de 2014

Olvídate de mí

Después de tanto tiempo, apareces como si no hubiese pasado nada. Dices que te alegras de verme, y yo también, supongo. Hubo un tiempo en el que no me veía sin ti. Paseamos nuestro amor por las calles de Madrid, esas que luego me vieron llorarte. Creí que moriría, que no volvería a sentir lo mismo por nadie más, pero me equivocaba. Ha pasado mucho tiempo, y yo he vuelto a amar.

Fui una ingenua, pensé que regresarías, cabizbajo, rogándome otra oportunidad.  Que tus palabras eran verdad, que no eras sin mí, que me necesitabas. Pero nunca lo supe. Al menos, hasta hoy.

Ahora apareces como si nada y haces que mi pequeño mundo se tambalee. ¿Por qué ahora? ¿Por qué justo cuando empezaba a olvidarte? Ahora, cuando tengo cierta estabilidad. Algo de independencia, un poquito más de amor propio. Quizá no tenga el trabajo de mis sueños, pero ¿acaso eso no es una utopía y más a los 25 años?

Lo mejor está por llegar.

Todas nuestras decisiones tienen consecuencias. A veces no somos conscientes de ello, pero no os engañéis: que no sean inminentes no significa que no existan. Yo soy dueña de mis actos, por eso decido. Y decido olvidarte, pero de verdad. Pensar en hoy, pensar en mí y no en lo que pudo ser. 

Dedicado a F. y a todos los que están intentando olvidar y pasar página.


Eternal Sunshine of the Spotless Mind (¡Olvídate de mí!), 2004

jueves, 13 de noviembre de 2014

Placeres mundanos



Tyler Durden nos ofrece en El Club de la lucha (David Fincher, 1999) una alternativa al mundo consumista que domina nuestros días. Hoy me apetece reflexionar sobre una de las frases (sin duda la más famosa) de la película: La publicidad nos hace desear coches y ropa, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.

Para sentirte completo, te dirán, necesitas comprar ropa de forma regular. Seguir unas tendencias marcadas por las grandes firmas en reuniones secretas en algún hotel de Dubai, Nueva York o París y donde se decide lo que vestiremos el próximo otoño. Ir a Ikea a comprar la nueva alfombrilla para el baño (que no necesitas), tomar café en el Starbucks y hablar sobre las próximas vacaciones. La publicidad nos crea necesidades y nos promete plenitud, integridad, realización, y lo hace a través de nuestros más profundos anhelos: ser aceptado, querido, respetado, admirado por tus semejantes.

Muchas son las opciones que nos ofrece la sociedad de hoy para evadirnos, aunque sea por un rato, de la sensación de vacío, de desesperanza, de infelicidad que nos inunda por dentro, y que no sabemos cómo llenar. No es odio, ni resentimiento: es un último aliento antes de asumir lo que soy y lo que hemos venido a hacer aquí. Lo miserable de la raza humana.



jueves, 6 de noviembre de 2014

Bajo las sábanas

El amor es el sustento. Sin amor, nos sentimos vacíos, incompletos, decaídos. La vida adquiere un matiz gris, y las alegrías son menos alegrías si no hay alguien especial con el que podamos compartirlas. Los tiempos que corren nos han cambiado: nuestras costumbres, necesidades y entretenimientos no son los mismos que hace unos años; la ostentación que practicamos antaño ha dejado paso a la búsqueda de la felicidad en lo auténtico, lo bello, lo sencillo.


El amor es euforia. Es el entusiasmo por la otra persona. No importa el lugar donde estés, ni lo que pase alrededor: los besos robados en portales son los que mejor saben, las historias de amor se fraguan en los bancos del parque, ¿o no?.

Son tiempos difíciles. Para los jóvenes, que vemos nuestras aspiraciones minadas, y que debemos renunciar a nuestros sueños por un empleo mal pagado, y para los no tan jóvenes el amor se convierte en el alimento que nos mantiene vivos, y nos da la fuerza para afrontar el día a día, y esquivar los obstáculos con los que nos vamos encontrando.

Nunca he tenido más ganas de que caigan las hojas, llegue el frío, y con él, los días entre las sábanas a tu lado.



miércoles, 5 de noviembre de 2014

Recuerdos (II)

Desde la tienda estoy oyendo una canción de la BSO de Grease sonando por el centro comercial. Me he emocionado, ha sido como volver a tener ocho años. Y quería dejar constancia de ello, y de la sensación magnífica que es que una canción que habías enterrado en tu memoria te estremezca y te haga sonreír de verdad. Todo se ha parado, un escalofrío me ha recorrido el cuerpo y me he visto como la chiquilla que fui, deslumbrada por la historia de amor que cuentan en Grease.

Grease, 1978

No he podido evitar recordar la fascinación que me provocaba ver esta película. Recuerdo, el VHS grabado de la tele, en el que faltaba la escena inicial de Danny y Sandy en la playa, pues dí al botón de grabar después.

Mi obsesión por esta película era tal que no había fin de semana que no la viera. Por supuesto, memoricé todos los diálogos, y aún están en alguna parte de mi desordenada cabecita. Me alegra comprobar que mi fascinación sigue intacta, es más, ya sé que haré en mi próximo ratito libre.

Y tú, ¿qué película no te cansas de ver?
Laura