lunes, 12 de junio de 2017

Turquesa

Cala Llombards, Mallorca


Por fuera, calma, silencio. Noto como los rayos de sol penetran en mi piel. La brisa del mar llega pausada, constante, como una nana que me adormece y relaja. Mis pupilas están dilatadas, el olor a sal también invade mi sentido olfativo. Me siento llena y no necesito absolutamente nada.

Decido sumergirme para ver lo que hay debajo. El color del mar va desde un turquesa claro hasta un azul oscuro en zonas de algas, la mayor parte de ellas próximas a las rocas. El primer contacto con el agua es rotundo, el agua está fría, aún estamos en junio.

Al principio, oscuridad. Después, todo lo demás. Comienzo a seguir un banco de pececillos de un color blanco tornasolado. Para mi, la definición de belleza. En mi camino se cruzan peces de distintos tamaños y colores; algunos tienen bigotes (¿quizá emparentados con las carpas?); otros un ojo falso justo antes de la cola, posiblemente para defenderse ante depredadores. 

Un mundo precioso, perfecto, nítido y salvaje bajo nuestros pies y nosotros sin saberlo... Maravillosa diversidad mediterránea que debemos proteger. Y luego dicen que el paraíso está en el Caribe...

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