miércoles, 26 de noviembre de 2014

Pequeñas cosas (II)

Hoy he descubierto el remedio para el estrés, mal humor y en definitiva para todas las situaciones angustiosas que de vez en cuando vivimos los seres humanos. La tormenta comenzó cuando me preparaba para salir, por lo que podríamos decir que fui a su encuentro. Con una sudadera, jeans y botas caminé sin rumbo, disfrutando de la sensación de libertad, mojándome de los pies a la cabeza.

Las hojas eran como un manto que llenaba la calle, y la luz desapareció rápidamente, dejando mayor protagonismo a los faros de los coches y a los semáforos.

Respiré, sin más preocupación de no resbalarme con las hojas, y disfrutando del sonido de la lluvia. En ese momento no existía nada más que yo, dejé de lado los problemas y me sumergí en un estado de calma y sosiego y no pensé más que en el momento presente.

Y me acordé de aquellos veranos en el campo, cuando me sentaba en la puerta de casa y veía llover. Las lluvias de verano y el olor a tierra mojada me hacen sentir viva, parte de algo, feliz.


Cantando bajo la lluvia, 1952

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