Me siento demasiado afortunada por ser anónima. Nada me impide salir a la calle, mezclarme entre la gente. No tengo que llevar el pelo perfecto ni haber meditado durante largo rato qué ponerme. Y no, no me considero asocial, pero todos tenemos nuestros días...
Tenemos miedos, complejos y secretos. Todos los tenemos, y son importantes para nosotros. No creo que un millón de euros bastara para que los gritásemos a los cuatro vientos. No somos tan distintos al fin y al cabo.
¿El anonimato está sobrevalorado? No lo sé, y probablemente nunca lo sepa. Lo que sé es que puedo estar tranquila: si alguien me invita a salir, no es por mi fama ni por lo que acumulo en el banco.
El Mensaje, Teatro Lara (Madrid).
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