Lo curioso de todo esto es, que a veces, el causante de esta infinita felicidad ha podido ser el gesto más mínimo, una llamada de un conocido del que hacía tiempo que no sabías nada, o enterarte de que tu grupo favorito va a tu ciudad este verano. Encountrar por casualidad una tiendecita pequeña de esas que venden chorradillas tipo vintage. Una charla con un abuelillo en la parada del autobús. Encontrar unas entradas de cine de hace cuatro años, o un billete en un bolso viejo, ¡Qué digo billete!, una moneda hace el mismo efecto.
"The Kid", de Charles Chaplin
Pero igual que hay días que nos levantamos con esa sensación, hay otros en los que nos sentimos al revés. Estamos irascibles, malhumorados, apáticos, recorremos las calles con la mirada perdida, como zombies. Y no nos pasa por nada en particular, quizás ha sido otro gesto minúsculo el que ha trastocado nuestro equilibrio.
Como ser humano, reivindico el derecho a poder estar de mal humor de vez en cuando. ¡Ale, ya lo he dicho!
Feliz viernes
Laura
No hay comentarios:
Publicar un comentario