Él apenas se fijó en ella de lejos. Iba entretenido, con su música y saboreando su primer cigarro del día, con un polo de color azul cielo, unos vaqueros rotos, y esa pose a lo James Dean demasiado ensayada.
No hizo falta más que una centésima de segundo para que éstos desconocidos cruzaran sus miradas. No existe el tiempo, se ha detenido. Los olores de ambos se entremezclan y algo se enciende dentro de ellos, despertándoles deseos que ni entienden, ni conocen. Como si de una película se tratase, los colores se vuelven más vivos, los primeros rayos de sol del día impactan, desordenados, en la escena. Los ojos parecen decir miles de cosas, pero los labios no dicen ninguna. Precioso encuentro fortuito en un semáforo en la Avenida Complutense. Pudo ser... Pero no fué.
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